domingo, 30 de octubre de 2011

FUTBOL


En lo que es la historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí que de tal manera es una expresión al orgullo que lleva dentro un jugador.
En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con la pelota y como también juega el niño con sus pies: El que se dedica a jugar con ciertos objetos sin tener un juez por delante quien le otorgue una crítica por su actividad.
El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía.
Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado cara sucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.
Debemos tomar en cuenta de que el jugador tiene el derecho a la libre expresión de realizar una gambeta hacia los jugadores del equipo contrario, de tal manera que esto manifieste una emoción hacia los espectadores que se encuentran en las tribunas animando a su equipo como también haciendo una crítica al equipo contrario.
En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre el tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del '78.
El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.
En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase.
Sin embargo a las masas que se dedican a ser una severa critica hacia el entorno del futbol no se dan cuenta de que también son aficionados de una actividad o de cierta manera involucrados en algo; por lo que también de tras de todo esto hay personas que los critican, es decir, vivimos en un mundo de críticas y supersticiones en donde todos somos criticados por un alguien, como tal sabemos que todos tenemos derecho a una expresión que corrobore a participar ante la sociedad misma.
Cuando el fútbol dejó de ser cosas de ingleses y de ricos, en el Río de la Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía destinada a evitar las huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos.
Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que elogió "este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre".

EL FANATICO


El fanático es el hincha en el manicomio,  la manía de negar la evidencia a terminado por echar a pique la razón y a cuanta cosa se le parezca, sacar la furia dentro de una ovación dentro del estadio.
El fanático antes de salir de su casa se prepara para estar en un encuentro que tendrá mucho de qué hablar, alista sus cosas para ir apoyar con mucho orgullo a su equipo. Llega al estadio envuelto con su bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta erizado de objetos estridentes y contundentes y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo siempre dentro de la barra brava, peligroso dragón, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso.

La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, sin trabajo, sin placer de la cama, los problemas económicos dentro de la familia: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar y mucho de qué hablar. Una enorme adrenalina de ovacionar al equipo, se encuentra dentro de la barra sin darse cuenta no ve el partido porque está más metido con la afición, ahí es su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible. El bien no es violento, pero el mal lo obliga. El enemigo siempre es el culpable merece ser humillado, el fanático no puede distraerse porque el enemigo acecha por todas partes.

También está dentro del espectador callado observando súbitamente, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido. Sin embargo muchos fanáticos  no tienden aceptar
la derrota de su equipo y concurren a la violencia hacia un aficionado del equipo contrario. El gran orgullo de portar la camiseta de nuestro equipo es un sentimiento muy grande hacia el club que en las victorias nos hace sentir muy parte de ello, y aun en las derrotas estamos con ellos y a donde quiera que vayan estaremos apoyándolos con una gran emoción que se lleva dentro del corazón.


 

LA HINCHA


Como cada ocho días el hincha sale de su casa para ir al estadio apoyar a su equipo. Desde el recorrido todos los hinchas unidos van gritando las porras de su equipo y de cierta manera criticando al equipo rival, una vez dentro del estadio flamean las banderas, suenan los tambores y los grandes gritos de toda una afición con un gran orgullo de estar apoyando al equipo.
En el momento de estar en el estadio se olvida todo como los problemas, el trabajo, la familia entre otros. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, de estar reunido con los amigos frente a un televisor, pero súbitamente prefiere ver a los jugadores de cerca de tal manera que es algo más emocionante que estar detrás de un televisor.
 El hecho de estar en un partido en vivo la adrenalina es más grande que nada, en ese momento no hay nada mejor que cantar con todas las fuerzas para dar la mejor armonía a nuestro equipo y también hacer la mejor critica posible al equipo contrario, en estas circunstancias la mejor manera de estar dentro de una gran emoción es estar moviendo la bandera para todos lados, brincando entre las escaleras, susurrando plegarias y también diciendo maldiciones y en cierto grado llegar a romper la garganta gritando lo más importante del encuentro la palabra “gol”.
Al concluir el encuentro el hincha se queda a celebrar la gran victoria que obtuvo el equipo, gracias por la ovación que se les brindo ya que sin afición es un partido muerto que no deja nada que desear, sin embargo cuando el se obtiene una derrota el hincha sale del estadio lamentando la derrota de lo contrario se va asta que el sol se meta. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, el hincha se pierde entre el gran mundo que nos rodea y el domingo es melancólico como un lunes de trabajo.

DIA DE PASCUA


En la mayoría de los idiomas con excepción del inglés y del alemán, el nombre Pascua deriva de la palabra Pesach, nombre hebreo para las pascuas, una festividad judía que está ligadamente fuertemente con la católica. Las Pascuas judías duran entre 7 u 8 días en recuerdo del éxodo y la libertad del pueblo israelita, que escapara del faraón egipcio. Salvo las acepciones del inglés y el alemán, el resto de los idiomas suelen utilizar términos referidos a la Pascua, basados en la palabra hebrea. 
Origenes de la pascua.- Aunque en el Nuevo Testamento o en las Escrituras de los padres apostólicos, no hay ninguna indicación de la existencia del festival de Pascua, un texto de comienzos del siglo II sostiene que el festejo de Pascuas es una práctica temprana en el cristianismo. Sin embargo, la mayoría de los historiadores concuerdan en que el festejo conocido mundialmente como Pascha (o variaciones de eso) se presentó muy probablemente como continuación de las celebraciones de la Pascua judía, con un fuerte énfasis en la Resurrección de Jesús y con algunos agregados posteriores provenientes de culturas paganas.
Símbolos de la Pascua
Parte de la simbología de esta fiesta era el conejo, adoptado como símbolo de fecundidad, que aún hoy en día se sigue utilizando en las decoraciones de esta celebración. Este elemento de la tradición de Europa occidental nunca fue aceptado por los cristianos ortodoxos, lo que nos indica que es verdaderamente un icono ajeno a la Pascua religiosa. 

Los huevos coloreados como rayos del sol son traídos por el conejo de Pascua, también como símbolo de la fecundidad y de la vida que renace. Los niños de varias partes del mundo, colorean y esconden huevos de Pascua. Sin embargo, este juego tampoco fue adoptado por países tradicionalmente cristianos, otro prueba del origen pagano de estos símbolos. 
Hoy en dia la Pascua a pasado de un festejo religioso a un festejo plenamente comercial en el que participan familias de diversas religiones.

viernes, 28 de octubre de 2011

SEMANA SANTA


Se llama Semana Santa la que empieza el domingo de Ramos y culmina en el domingo de Pascua de Resurrección (mes y medio después se celebrará la Pascua de Pentecostés, Pascua granada o segunda Pascua). En los rituales romanos se la denomina Semana Mayor. En tiempos pasados se llamó en Francia Semana penosa; en Alemania, Charwoche, que parece significar semana de lamento; los griegos la llaman la Santa y Gran Semana.
Parece que fue en Tierra Santa, lugar de peregrinación de los cristianos desde siempre, donde se inició la conmemoración de la Pasión, Muerte y resurrección de Cristo. Fue allí donde se crearon liturgias específicas para esta conmemoración, y allí también donde empezaron las procesiones, no con pasos sino con reliquias de la Pasión. Se cree que la Iglesia celebró desde los mismos tiempos apostólicos estos misterios;pero es de los Santos Lugares de donde nos vienen las primeras noticias. El testimonio más explícito nos lo ofrece la peregrina gallega Eteria (siglo IV), que en los relatos que hace de su peregrinación, describe al detalle tanto las ceremonias litúrgicas como las celebraciones en las calles de Jerusalén y sus alrededores. Dice de algunas de ellas que son muy parecidas a las de su tierra. Le sorprendieron especialmente la celebración del domingo de Ramos y la adoración de la Cruz, que pronto se extendieron a toda la cristiandad.
No podemos pasar por alto el carácter profundamente penitencial que ha tenido desde siempre la Semana Santa, indispensable para explicar numerosos aspectos de sus actuales formas de celebración. Y no sólo eso, sino también el hecho de que tendieron a concentrarse cada vez más en la Semana Santa las penitencias impuestas en la confesión durante todo el año. Si a eso añadimos las promesas hechas particularmente por los fieles a sus respectivos santos en situaciones de apuro, tenemos una base para explicar la importante presencia de penitentes en las procesiones, y las formas especialmente duras que reviste en algunos casos la participación en las mismas.
Conviene recordar también, para ahondar en la comprensión de la Semana Santa, el nombre que se le da en Alemania (Semana del Lamento), las "Lamintanze" que cantan en Italia en algunas procesiones, las Lamentaciones que se cantan en la liturgia, y las Saetas que se cantan en Andalucía. El nexo de unión y el origen son las Lamentaciones del profeta Jeremías por la "muerte" de Jerusalén. Son una composición elegíaca para recordar y llorar a los muertos más queridos, habitual en el pueblo judío. La Iglesia incluyó algunos de los textos de Jeremías en el Oficio de Tinieblas (maitines de los tres días de Semana Santa), que fueron el germen de las procesiones nocturnas con sus respectivos "Lamentos", y una adaptación de las Lamentaciones de Jeremías a la muerte de Jesús, en el oficio litúrgico del Viernes Santo
 Desde el punto de vista filosófico. A nuestro entender existe Dios como un símbolo no como una realidad concreta, y este símbolo se exterioriza en la sociedad en forma de religiones. Las religiones tratan de llevarnos hacia él, a través de comportamientos, ritos, pensamientos y/o formas de convivir con el resto. Lo que trata la religión, a, mi modo de entenderla, es de acercarnos a Dios a través de nuestra vida diaria realizando buenos actos (según cada religión) y evitando los malos, por lo tanto podemos ver a Dios como el juez que impartirá justicia como l legue nuestra muerte; por eso existe el cielo, el infierno, el paraíso, la reencarnación… donde teóricamente acabaremos una vez hayamos sido  juzgados por Dios. Pero ¿Sólo gracias a la religión podemos diferenciar entre bien y mal? Mi opinión es que no, pues la sociedad sin necesidad de la participación de Dios ni de la religión es capaz a través de la ética y la moral, y a través de la propia justicia ejercida por el ser humano de poder diferenciar entre el bien y el mal.